Está el abuelo de la política de ERC fugada Marta Rovira, que fue alcalde franquista. Igual que el del conseller Pere Aragonés. También el abuelo de Puigdemont, que del mismo modo que casi un siglo más tarde lo hiciese su nieto, huyó. Desertó del bando republicano, se largó a Cádiz y se acabó refugiando en una iglesia próxima a Ubrique. También el curioso caso de Lluis Llach, que nombra a su abuelo republicano en su canción más popular e himno del independentismo (L’estaca).
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