Su ascenso marcó el inicio de una era de esplendor sin precedentes en la península ibérica, llevando a al-Ándalus a su apogeo cultural, económico y militar. La astucia política y la firmeza con la que Abderramán III abordó los desafíos de su tiempo fueron cruciales para consolidar su autoridad y transformar el emirato en un califato. Para fortalecer su posición, adoptó el título de califa en el año 929, desvinculándose del califato abasí de Bagdad y estableciendo la dinastía omeya de Córdoba.
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