En 1916 al alto mando alemán se le ocurrió que lanzar una ofensiva en Verdún, la zona más fortificada del mundo, era una buena idea para abrir brecha en las líneas francesas, tomar París y poner fin a la I Guerra Mundial. Pocos meses después los alemanes ya se sentían como en casa en el Fuerte Douaumont. La noche del 8 de mayo de 1916, a unos soldados no se les ocurrió otra cosa que usar combustible de lanzallamas para calentar café en el interior del fuerte.
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