Los laboratorios de análisis químico han encontrado un nuevo filón: los nefófobos y meteo-conspiranoicos del siglo XXI. Si a finales del XIX habían listillos del oeste americano que se hacían de oro vendiendo remedios crecepelo a costa de crédulos e ignorantes, hoy en día los laboratorios de análisis químico sólo tienen que meter su muestra en su espectrómetro e imprimir una factura, ya que la interpretación del resultado y la definición de los términos que aparecen en el análisis se deja a criterio del propio cliente.
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