La vetusta Renfe estaba en aquel 1992 en pleno proceso de modernización, subiéndose al tren de la alta velocidad, de modo que la empresa pública también decidió darle un lavado de cara a las estaciones. Renfe distribuyó entre el personal de sus estaciones una circular, el infame código 54, en la que se ordenaba identificar y expulsar a “homosexuales, drogadictos, prostitutas, objetores de conciencia y otros grupos de riesgo” de sus estaciones.
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