Para 1941, cuentan historiadores, el nazismo ya había penetrado en la isla. Tenían centros de entrenamiento paramilitares, celebraban reuniones secretas y habían desplegado una flota de submarinos alrededor para llevar a cabo operaciones de espionaje. Hemingway, entonces un reconocido antifascista, se puso manos a la obra para fundar, primero, una organización de contrainteligencia para descubrir operaciones nazis en la isla. Por entonces en La Habana había miles de falangistas españoles, muchos de ellos pertenecientes a sociedades pronazis.
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