Cádiz se convirtió en una pesadilla ominosa. Y como todas las pesadillas, esta cobró vida de noche, pocos minutos antes de las diez. La explosión del polvorín de la Armada tiñó el cielo de rojo y los vecinos de la ciudad se agolparon en la playa, buscando sacerdotes ante los que confesarse, atemorizados por el “fin del mundo” que se había desatado ante sus ojos. Las calles estaban cubiertas de escombros, heridos y cadáveres: 150 personas perdieron la vida en la tragedia. Hoy por hoy no existe ninguna versión oficial que explique aquel horror.
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