Se gobierna votando SI

Las encuestas de las elecciones alemanas no parecen cambiar mucho: lo más probable es veamos a una Unión Cristianodemócrata con el 32% de los votos, y a los ultraconservadores del AfD como segunda fuerza, con aproximadamente el 21%. La cuestión está en cómo mantener el cordón sanitario en torno a estos últimos si resulta que son un poco menos majaderos que otras fuerzas similares, como la española VOX, por ejemplo, y deciden que el poder se ejerce desde la afirmación y no desde la negación.

La frase que da título a este artículo es de Gregor Strasser, el tipo que presidió el partido nazi mientras Hitler estaban en la cárcel, y que impuso la participación de ese siniestro partido en la vida parlamentaria alemana, mientras otros líderes, Hitler incluido, no querían prestarse al “corrupto juego democrático”. Presentó al partido a las elecciones, se embarró en toda clase de negociaciones, y multiplicó sus escaños. El resto es historia.

Porque, a ver, la cuestión es lo que sucede cuando la gente a la que más odias vota a favor de tus propuestas. ¿Qué se puede hacer contra eso? Si la CDU alemana, en minoría, propone a Merz como candidato a la cancillería, y el AfD le vota, ¿qué pueden hacer para evitarlo? ¿Retirarse? ¿Cómo evitas que un partido, con sus diputados electos, te apoye? ¿Cómo vas a evitar luego que digan que gobiernas en coalición o con el apoyo de esa gente?

No hay manera, y ahí está el problema.

Si en España, por acercar el asunto, a VOX le diese de vez en cuando por votar favorablemente a las propuestas de Sánchez, a condición, por ejemplo, de que los nacionalistas no sacaran tajada, ¿qué haría Pedro Sánchez? ¿Pactar una amnistía vergonzosa y carísima con Puigdemont, o dejarse querer en silencio, sin ofrecer un sólo ministerio ni un mal puesto a los de VOX? Pero los de VOX son unos zopencos y votan que no a todo. Son así de brutos.

Ese parece que es el escenario alemán: los de AfD no van a pedir nada. Ni puestos, ni cargos, ni nada en absoluto. Pero van a votar a favor todas las propuestas más estrictas, nacionalistas y ultramontanas que se le vayan ocurriendo al partido conservador, que se de este modo se va a ver en la disyuntiva de elegir entre negociar con la izquierda, cediendo en muchas cosas, o promover leyes más conservadoras, sin negociarlas con nadie, que le aprobará graciosamente la ultraderecha.

En Alemania lo saben bien: para mandar, hay que decir que sí. Con el no, sólo molestas, pero ni influyes, ni gobiernas, ni haces nada en absoluto. Cuando el sí está en juego, el partido gobernante padece una especie de síndrome de Pavlov, y empieza a salibar ante la idea de escorar la ley un poquito más a la derecha para que los ultras la apoyen, aparentemente gratis, en vez de someterla a una larga negociación con los partidos opositores.

Volvamos a España. ¿Qué pasaría si un día Abascal se presenta en el parlamento y le dice a Sánchez que le vota a favor los presupuestos si no le da NADA a vascos y catalanes? Si te dejas chantajear es porque quieres. Yo te apoyo gratis. No pido nada en absoluto. Sólo que se jodan los nacionalistas periféricos. No les des nada, y los presupuestos están hechos, aunque yo no esté de acuerdo. ¿Qué pasaría?

En España eso sería impensable, porque nuestros políticos son unos zopencos sectarios que no son capaces de salirse del guión. Pero en Alemania parece que esa va a ser la estrategia. Y los pesos y las fuerzas, los incentivos y las negociaciones cambian mucho, muchísimo, en esas condiciones.

Tanto, que a veces es imposible saber quién gobierna de verdad y quién está en la oposición.