Ayer por la tarde, junto a dos personas de mi empresa, paramos un taxi a la salida de una comida en Madrid. Entramos en el coche hablando de nuestras cosas, y como siempre hablamos entre nosotros, en catalán. La radio estaba puesta a toda pastilla. Y en el aire, un programa de un locutor al que no voy a mencionar, porque esto no va con él, o no exactamente. Digamos que el discurso era de todo menos conciliador. Que si los catalanes esto. Que si los catalanes lo otro. Vamos, lo que viene siendo tristemente habitual en estos días.