Si algo define a la médica rural Cristina Cabrera (Zamora, 1989) es su capacidad para contar el tiempo. Parece no calibrarlo en horas, sino por soles y lunas. Las que hace cada mes entre su casa de Salamanca y aldeas de las tierras de Guijuelo: Frades de la Sierra, Endrinal, Membribe, Navagallega, Navarredonda de Salvatierra y Casas de Monleón. Habla por teléfono con voz suave sobre las dolencias que achaca al campo español, vacío, viejo y abandonado. “La medicina rural no es solo diagnosticar y recetar. Tienes que hacer de todo”, dice.