Sánchez ha preferido a Ferreras, que con el virus pasó de un resfriado que achinaba los ojos, del “miedo” sin ninguna “razón medicosanitaria”, a lo de arrimar el hombro, porque ya saben que la epidemia no la tenían que mitigar o solucionar nuestros gobernantes, con todas las herramientas y recursos del Estado incluida esa alarma como de submarino, sino entre nosotros mismos, como empujando un autobús que se ha parado, encallado de capachos y gallinas apavadas.