La crisis de nuestra democracia no se debe, en mi opinión, a asuntos “mal cerrados” en la Transición, sino a procesos sobrevenidos que no son tan “españoles” ni nada tienen que ver con el 78, sino europeos, o más bien mundiales. Se trata de la “gran desigualdad” que está vaciando poco a poco, derecho a derecho, conquista a conquista, el concepto de ciudadanía. Me refiero a la “gran desigualdad” que se va conformando urbi et orbi como efecto de una globalización económica deliberadamente basada en la desregulación de los grandes mercados.