Rutte es el hombre de la eterna sonrisa, aunque detrás de sus gestos hay aún algo de misterio que los ciudadanos no descubren. Natural, persuasivo, cercano e inteligente. Rutte no tiene tiempo que dedicarse a buscar el amor, precisamente por su amor por la política y por Países Bajos. Vive por y para su obligaciones. Raramente habla de su vida personal, sea por privacidad, o porque la mayor parte del tiempo está dedicado a convertir su país en líder mundial o atendiendo a las llamadas de los líderes europeos.