Los nacidos en democracia, como es mi caso, creyeron que lo normal era vivir en un régimen que nos daba libertades porque el azar nos otorgó la fortuna de nacer en España y no en Uganda. La lección que nos dejó Chile hace unas semanas debería mostrarnos cuál será el camino que recorreremos en España. Es por todos conocido, o debería serlo, que el poder político solamente acepta el cambio cuando no tiene más remedio. La perfección es más bien cosa de otro mundo, pero la mentira bajo la que vive el ciudadano occidental le hace creer en utopías.