En Barcelona llueve sobre mojado y el ahora cardenal emérito Lluís Martínez Sistach, como obispo auxiliar en su momento y desobedeciendo al cardenal titular Narcís Jubany, manda en su día al extranjero a dos diáconos pederastas para que se ordenen como presbíteros, mientras que la diócesis por boca de su cardenal Jubany había prometido a las familias de las víctimas que reduciría a esos diáconos convictos de pederastia organizada al estado laical.