“La Macarena operó a mi padre y por eso me la tatué”. A David le tiembla la voz cuando recuerda el peor Jueves Santo de su vida. El día de mayor gozo de la Semana Santa de Sevilla le pilló en el hospital, en el Virgen Macarena, cerca, muy cerca de la Basílica de la que cada Madrugá sale la Esperanza. Allí, en mitad de un quirófano, alejado del ruido de las cornetas de la Centuria, su padre se jugaba la vida por culpa de una colitis ulcerosa. Le extirparon el bazo. Salió bien. Y David corrió a ver salir a la Virgen. Y a darle gracias...