Es un acelerador lineal de electrones de fabricación estadounidense, cuesta unos dos millones de euros, es el modelo más avanzado del mundo y sirve para radiar los tumores más escondidos. Lo manipula Manuel Salgado Fernández, después de muchos estudios e infinitos cálculos, en un búnker bajo tierra, con muros de hormigón de dos metros de grosor y una puerta de plomo. Porque este acelerador es tan potente que requiere un permiso del Consejo de Seguridad Nuclear.