Como la misiva a su mujer de Ernesto Fernández, un panadero, afiliado a la UGT, que pasó toda la guerra en Madrid y formó parte de los llamados "vigilantes de barrio: "Querida Paca, te pongo estas cuatro letras para despedirme de ti y de mis hijos". O Julián Rodríguez, detenido en 1942 al intentar reorganizar el PCE: "Tened presente que el fascismo no ha mirado colores".