Reapropiarse de una fórmula, de un símbolo, de una institución un tanto desvencijada, con las costuras sueltas, y hacer de ella un acto de psicomagia, un lugar desde el que construir una retícula de afectos y desde el que entenderse como amante y amado pero sin pasar por el aro de las convenciones, que nadie se equivoque. El resultado, una larga conversación de a dos a propósito de esta decisión: El matrimonio anarquista (Hurtado y Ortega), escrito y sacramentado por Begoña Méndez (Palma, 1976) y Nadal Suau (Palma, 1980).