A las mujeres, la que es la esclavitud más antigua del mundo, la de ser prostituidas, nos ha marcado y marca por el hierro del patriarcado cual vacas. Pertenecemos a la ganadería de las putas. No importa lo que hagamos, quienes seamos o de donde vengamos. Somos cinco letras que juntas suenan y huelen a la putrefacta mugre de quienes se atreven a ultrajarnos con su virilidad desde el principio de los tiempos. Nos llaman putas hasta cuando se insultan entre ellos. Somos hijas de puta.