A todos los efectos, aquel tenía que ser un día como otro cualquiera. Con la pequeña salvedad, claro, de que el régimen iba a quitarle la vida a un militante libertario de apenas veintisiete años, y del modo más cruel, en una de las arterias más céntricas de la capital de Cataluña. Por lo demás, todo muy normal. Una anécdota baladí, la de la muerte por garrote de Salvador Puig Antich en la calle Entenza