Después de todo y al contrario que en gran parte del mundo, en España hemos aprendido a soportarnos por mera necesidad y no por consenso, carecemos de los mecanismos encaminados a esa tarea. Nuestra Constitución que debiera ayudarnos, no es un elemento vivo, no es una herramienta que nos sirva para abrir la puerta a los cambios perceptivos de la sociedad, ni se trata de algo maleable para el debate político y mucho menos ciudadano. Nuestra Constitución en definitiva es un viejo animal esculpido en piedra que ha bajado de manera pseudocelestial