Si usted analiza los hechos y no las ficciones, observará que el relato de las ambiciones imperiales de Moscú fue maquinado con posterioridad al golpe de Estado neonazi de 2014 en Kiev, que contó con la financiación de EEUU. Antes de ese momento, como ha señalado el profesor John Mearsheimer, Putin no era considerado un imperialista. Pero una vez que la OTAN se instaló, repleta de armas, en el porche delantero de Rusia, la retórica del Moscú imperialista resultó muy útil. La OTAN creó un peligro que requería más OTAN para resolverlo.