Cuando se abre el champán, probablemente se celebre algo: una boda, un nuevo trabajo o Nochevieja. En la cosecha, sin embargo, el ambiente suele ser menos festivo. Cada año decenas de miles de migrantes viajan a Francia para trabajar en la vendimia. Y mientras las grandes marcas de champán disfrutan de ventas récord, algunos de los migrantes trabajan como esclavos modernos a destajo, mal pagados o incluso sin cobrar y viviendo en chozas o en el bosque