Falta de personal, presos jóvenes mezclados con adultos, dos suicidios (uno en junio pasado y otro el mes de enero), dos incendios (también en los mismos meses), módulos controlados a distancia pero sin poder ver sus cámaras, problemas con el gerente, destitución de mandos críticos… La cárcel de lujo inaugurada por Artur Mas deprisa y corriendo a finales de diciembre de 2015 en Tarragona, la prisión futurista en la que no escatimaron dinero para dotarla de las más modernas técnicas de seguridad y de confortabilidad, es casi una ruina.