Raquel de Oliveira mira directo a los ojos y dispara palabras como si fueran balas: "La primera vez que maté tenía 15 años". Recuerda que llevaba una entrega importante de marihuana a un comprador. Fue él quien marcó el punto de encuentro en Rocinha, la mayor favela de Río de Janeiro y de todo Brasil. Subieron a un apartamento por las escaleras. El dinero estaba ahí, a la vista. El hombre, proveniente de Sao Paulo, trancó la puerta y guardó la llave en el bolsillo. La invitó a fumar, un porro tras otro.