Cuando el estado decide meter mano en las herencias, se vuelve más carroñero y depredador que nunca. Roba a los muertos y además lo hace con bienes que han tributado ya tres veces. Si queremos vivir en una sociedad justa y moral, debemos reconocer que nosotros, como individuos, no tenemos ningún derecho legítimo a la propiedad de otros, incluso si los demás son herederos potencialmente ricos, incluso cuando nos unimos como una sociedad.