Era noviembre de 2017, y en las pantallas de televisión abierta de España se emitía la decimoctava edición de Gran Hermano. Los concursantes habían superado las pruebas semanales, y como recompensa, recibieron un premio: celebrarían una fiesta con alcohol. Al caer el sol el viernes 3 de noviembre, las botellas de ron, ginebra y vodka llegaron a la casa, y al término del primer chupito comenzaron los míticos "perreos" frente al espejo, y los gritos desentonados, y el poder de la felicidad embriagadora se apoderó de la casa.