Con la abdicación de Juan Carlos I y la proclamación de su hijo como el nuevo rey de España, Felipe VI (seguido por dos pesadas horas de besamanos por una fila de 2.000 invitados y caras conocidas), los periódicos españoles se han visto desbordados por artículos babeantes de servilismo y con afectadas explicaciones detalladas sobre el infinito surtido de virtudes personales y políticas –incluida la de deportista- que se supone que los lectores deben creer que han venido a posarse en los genes de la Casa Borbónica de este dúo padre-hijo.