La crisis económica del 2008 y la actual pandemia han puesto de manifiesto al menos una cosa: el capitalismo no va a cambiar su esencia por voluntad propia jamás. Muy al contrario, mientras pueda seguir ahondando en sus tesis, así lo hará. El problema es que esa tesis esencial consiste en la acaparación total de riqueza por parte de una reducidísima parte de la población, desechando cualquier otra consideración ética, jurídica, ecológica, social, política o estética