el miedo y la incomodidad que los occidentales padecen a la hora de buscar la causa final de la quiebra del sistema y, por consiguiente, impide actuar con decisión y coraje sobre ella. No es ningún misterio, ni tampoco se precisa mayor aparataje analítico, para evidenciar que dicha causa es el derrumbe del número de nacimientos y, en suma, la mayor probabilidad de que los futuros alumbramientos sean todavía muy inferiores, como resultado del menor volumen de población en edad fértil de que dispondremos a escasos años vista