Había motivos para destruir a los yihadistas del Estado Islámico por quemar vivos, decapitar, torturar a muchos miles de personas, y hacer huir a millones. Ahora, además, destruyen el legado histórico del que todos somos herederos. Mientras, lamentamos la quema de la Biblioteca de Alejandría en 644, cuando el califa Omar, suegro de Mahoma. El problema es que estos tarados no temen la muerte física, por lo que siguen adelante y reclutan nuevos suicidas. La guerra contra ellos debe ser sobrenatural, explotando sus miedos y supersticiones...