“Primero cayó el vaso, después el hombre entero”, dice Jorge Luis Borges en uno de sus relatos, para explicar las tres mitades de un crimen: el disparo, la conmoción y el muerto. En la calle Ferraz, donde también hubo tiros, se abatió al secretario general y luego se le echó la culpa, por obligarles a malgastar las balas.