Ocurrió este pasado martes. Llegó el presidente de Correos con el sello, que se suponía resultado de un largo proceso en el que, tras decidir el tema a tratar, se encarga a varios artistas los diseños hasta la elección definitiva. Nadie se percató del error en los sucesivos controles a los que, según el responsable del organismo, se sometió al timbre antes de su impresión. O sí, pero nadie avisó del desliz siguiendo esa máxima tan española de donde hay patrón no manda marinero. Tuvo que ser una mujer del público quien advirtió del error.