El año pasado, 123.000 personas llegaron a Yibuti con la esperanza de cruzar a Yemen, arriesgando sus vidas en el desierto y en un peligroso estrecho, y llegar después a Arabia Saudí. Los que sobreviven son a menudo maltratados y a menudo expulsados de vuelta a sus países de origen.
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(1) en.wikipedia.org/wiki/Camp_Lemonnier
(2) en.wikipedia.org/wiki/Japan_Self-Defense_Force_Base_Djibouti
(3) en.wikipedia.org/wiki/People's_Liberation_Army_Support_Base_in_Djibout
Muchos migrantes han sufrido traumas, violaciones o abusos. Una de ellas es Hiwot (nombre ficticio), una joven de 18 años de Amhara (Etiopía). Habla en voz baja, con la mirada fija en el tablero de la mesa. “Nada más bajar del barco en Yemen, nos llevaron a 11 mujeres y a mí a una casa muy apartada. No había nadie viviendo en la zona”, cuenta. Las mujeres permanecieron retenidas allí durante 12 días, sufriendo violaciones y abusos. “Nos torturaban con mecheros, acercándolos a nuestra piel y pelo”, narra.
Los contrabandistas extorsionaban a los familiares de Hiwot mostrándoles los abusos. “Pero mis padres no tienen dinero. Tuvieron que visitar a unos parientes lejanos para reunir lo que pedían”, explica