#9 Sí, nuestras propuestas las podemos englobar en tres pilares:
En primer lugar, el trabajo garantizado. Un país desarrollado no puede tener desempleada a la gente que quiere un trabajo. Proponemos un plan razonable para priorizar esta forma de inserción social, que permita a la gente vivir con dignidad. Con menos de un 1% del PIB podríamos sacar a un millón de personas del desempleo. Mucho menos dinero que el que el bipartidismo ha gastado el salvar bancos, autopistas y a sus amiguetes.
En segundo lugar, la democratización de la economía. Hay que garantizar que todos los servicios esenciales que permiten a las personas ser libres son públicos y accesibles. La sanidad y la educación son buenos ejemplos de ello. Pero también la energía y el sistema financiero y todas las empresas estratégicas, pues un Gobierno digno no debe permitir que en nuestro país se pase hambre, no se tenga acceso a la vivienda o se pase frío por no poder pagar la calefacción.
Y, en tercer lugar, hace falta un nuevo sistema político, dotarnos de unas nuevas reglas del juego a través de un proceso constituyente para construir un nuevo país, en el que la democracia no signifique sólo votar cada cuatro años. La democracia y la política son participación activa de los ciudadanos en los asuntos que les afectan. Aboguemos por una reestructuración republicana del Estado, por un modelo donde proliferen los referéndums, las iniciativas populares y los revocatorios a cargos públicos, donde no haya espacio para la impunidad de quienes saquean el país con la corrupción. Cada voto debe representar una opción pero también una voluntad que se refleje en la plaza pública. Un voto no sólo debe ser opción, sino también acción.
En primer lugar, el trabajo garantizado. Un país desarrollado no puede tener desempleada a la gente que quiere un trabajo. Proponemos un plan razonable para priorizar esta forma de inserción social, que permita a la gente vivir con dignidad. Con menos de un 1% del PIB podríamos sacar a un millón de personas del desempleo. Mucho menos dinero que el que el bipartidismo ha gastado el salvar bancos, autopistas y a sus amiguetes.
En segundo lugar, la democratización de la economía. Hay que garantizar que todos los servicios esenciales que permiten a las personas ser libres son públicos y accesibles. La sanidad y la educación son buenos ejemplos de ello. Pero también la energía y el sistema financiero y todas las empresas estratégicas, pues un Gobierno digno no debe permitir que en nuestro país se pase hambre, no se tenga acceso a la vivienda o se pase frío por no poder pagar la calefacción.
Y, en tercer lugar, hace falta un nuevo sistema político, dotarnos de unas nuevas reglas del juego a través de un proceso constituyente para construir un nuevo país, en el que la democracia no signifique sólo votar cada cuatro años. La democracia y la política son participación activa de los ciudadanos en los asuntos que les afectan. Aboguemos por una reestructuración republicana del Estado, por un modelo donde proliferen los referéndums, las iniciativas populares y los revocatorios a cargos públicos, donde no haya espacio para la impunidad de quienes saquean el país con la corrupción. Cada voto debe representar una opción pero también una voluntad que se refleje en la plaza pública. Un voto no sólo debe ser opción, sino también acción.