Muy, muy resumidamente: ni el ser humano ni este mundo existen por azar. Somos el proyecto querido de un Dios, fuente de todas las cosas. Este Dios se ha revelado en las escrituras del pueblo judío y, en plenitud, en la persona de Jesús, que es Dios hecho hombre. Jesús ejemplificó el amor de Dios hasta el extremo dando su vida por su mensaje y sus discípulos, nos enseñó el rostro amoroso del Padre. Y gracias a su muerte y resurrección podremos ser salvados tras nuestra muerte.
Se puede profundizar, primero, leyendo el Credo. Segundo, leyendo el Evangelio (especialmente el sermón de la montaña, que resume la esencia moral del cristianismo). Y tercero, leyendo el Catecismo.
Te diría que de las lecturas anteriores, la más ilusionante es el sermón de la montaña, si te apetece leer algo cautivador y poético, es esto. Puedes leerlo aquí:
Y es que la manera en que lo plantea Jesús es revolucionaria. Lejos de dar un discurso de prohibiciones y reglamentos, propone un ideal heroico, con una finalidad concreta. El discurso de reglas y prohibiciones es farisaico. La moral en cierto modo es como la gramática: es necesaria para poder hablar, pero no se habla para hacer gramática. Por eso, la mejor manera de transmitir el interés por la gramática es mostrando la poesía de la vida cristiana, y eso es lo que hace Cristo en este sermón.
#58 Es una explicación lógica, sin duda. Yo sí comprendo tus planteamientos porque son los que he sostenido. Pero ya estamos en un terreno al que sólo la fe puede llegar.
Un filósofo cristiano bastante interesante, Fabrice Hadjajd, dijo, al ser preguntado que cómo había que dialogar con los ateos, lo siguiente:
Pienso que, ante todo, es necesario evitar las etiquetas. Es difícil definirse “ateo”. Pero si alguno se definiera así, para ser coherente no debería divinizar nada en lugar de Dios, ningún otro ídolo: dinero, técnica, comunismo… Hoy en día está de moda decir “soy ateo”, “soy homosexual”, etc… Nadie dice; “soy un hombre”. Lo importante para el creyente es comprender que ante él tiene siempre a un hombre. Uno que está como yo expuesto al pecado y a la muerte y que tal vez es un poco menos consciente del Misterio. Pero, como yo, es alguien rodeado por un desconocido. Antes de ponernos a discutir con un “ateo”, hay que sentir y vivir esta fraternidad humana: ¿sois capaces de reír juntos?, ¿y de cantar juntos? Sólo a partir de ese momento podremos dialogar. Los cristianos dicen que no hay que dormir con una chica antes de haber hecho todo el recorrido del noviazgo, y sin embargo al mismo tiempo existen cristianos que dicen que habría que discutir con el ateo sin pasar por un periodo de “noviazgo”: es una contradicción total.
Me gustaría pensar que, aunque el formato en que hemos planteado la conversación ha sido la de la discusión (amable), si sigo por menéame y voy conociendo a más meneantes, llegaremos a poder reír y cantar juntos hablando de otros temas donde sea más fácil el acuerdo.
#62 Coincido en que los animales no buscan un sentido, quizás porque están mucho más determinados que nosotros y desde que nacen tienen funciones y metas muy claras, mientras que el ser humano tiene que construirse a sí mismo y conocer quién es partiendo de una indeterminación mayor. Sí puede haber diferentes maneras de buscarlo, pero yo diría que la felicidad está unida al sentido. Ha habido algunos psicólogos que han hecho de esa idea escuela, véase el caso de Viktor Frankl.
Coincido también en que todos deberíamos hacer eso, por supuesto. Que el mensaje católico esté dañado por ciertas personas porque haya sido esgrimido demasiadas veces como arma o como justificación de atrocidades, puedo comprenderlo, aunque creo que parte de una visión sesgada de las cosas (por ejemplo, la forma en que los medios de comunicación presentan a la Iglesia es totalmente deformada).
Es mejor ser bueno porque lo sientes, es mucho más fácil así, y de hecho todos tenemos una voz interior que nos dice lo que está bien y lo que está mal. Pero pensar que Dios lo quiere puede ayudar a más de uno a ser mejor persona. A mí me ha ayudado.
#51 No es necesario, pero tampoco la materia puede explicarse a sí misma. Yo diría que es un empate. Vale que la navaja de Ockham diría que en ese caso la hipótesis más sencilla es la buena... ¿Pero siempre se cumple dicha ley? ¿Y en qué sentido una es más sencilla que otra? Porque si hablamos sólo de la creación de la materia, vale, aunque nos quedaríamos siempre con la duda infranqueable de "¿por qué algo en vez de nada?". Pero es que hay muchas más cosas que la hipótesis de Dios puede explicar. Como:
- El sentido moral del ser humano.
- La libertad humana
- Los fenómenos sobrenaturales y los milagros.
- La propia ciencia, las matemáticas. El hecho de tengamos inscrito, al igual que la huella moral de Dios, la huella de su Razón.
- Daría sentido a un mundo en el que la justicia es imposible (la verdadera justicia sólo puede ser escatológica).
- Ayudaría a conllevar el mal en el mundo, que pese a que parece la negación de Dios, es en realidad la afirmación de que el Dios posible es un Dios que ha venido a sufrir en el mundo, como hizo Jesús. De hecho, ante la crítica de que el cristianismo es una invención humana, cabe oponer la afirmación de que no estaba al alcance del hombre imaginar un Dios que se hiciera tan pequeño, tan sufriente. Precisamente el hombre, como ser herido por el pecado del orgullo, suele imaginar a Dios de forma majestuosa, soberbia, gloriosa, y hasta violenta, caprichosamente a su favor. Encontramos esos calificativos a veces en el Antiguo Testamento, y si es cierto que seguramente traslucen aspectos de Dios, no es menos cierto que en Jesús todos esos adjetivos se invierten de forma escandalosa.
Ninguna de las cosas anteriores satisfará del todo las dudas, está claro. Pero al menos, para mí, tienen cierto valor.
No pienso en estos aspectos ni como Hegel ni como Descartes. Intento no caer en dualismos de ese tipo. Aunque por otra parte no estoy tan seguro de que la neurociencia haya demostrado eso, hay que tener cautelas ante afirmaciones así. Incluso hay temas que habría que estudiar con más calma, como el de las experiencias cercanas a la muerte. No sé si todo eso es un bluf o hay algo de verdad en ello… Si puedes justificar la afirmación sobre la neurociencia te lo agradecería.
El Catecismo de la Iglesia dice "Dios, en todo tiempo y en todo lugar, se hace cercano del hombre: le llama y le ayuda a buscarle, a conocerle y a amarle con todas sus fuerzas". Bien, la Revelación ha sido un acontecimiento -o mejor, proceso- histórico, que ha ido desenvolviéndose mediante un pueblo concreto (Israel), en un tiempo concreto (desde Abraham y los profetas hasta hoy) y en un lugar concreto (Oriente Próximo), y que ha tenido como punto álgido a Jesucristo, una persona particular. Esto por una parte es maravilloso, y nos habla de cómo Dios se entreteje en la historia del hombre, haciéndose Él mismo historia; de cómo Dios actúa en lo pequeño (el pueblo judío, el más miserable de todos los pueblos de la época, el hombre Jesús, hijo de un carpintero), etc. Pero por otro lado es un misterio que produce perplejidad, como bien has preguntado.
¿Qué podemos decir de todos los que a lo largo de la historia han muerto sin tener noticias del Dios vivo? ¿Qué podemos decir de los que vivieron antes de Jesús? ¿O de los nativos americanos antes de que Colón les trajera el Evangelio? Como respuesta parcial, cabe decir que la Iglesia siempre ha dicho que los hombres de buena voluntad pueden salvarse sin haber conocido a Jesús. Y creo que la justicia divina no será igual de rigurosa con quien no ha tenido la suerte de conocer el Evangelio, lo cual indica que el haber nacido en un lugar cristianizado conlleva una mayor responsabilidad. Hay un texto que a mí me parece maravilloso, la Declaración Dominus Iesus (escrita por Ratzinger), en la que se habla de temas muy relacionados. Se puede leer aquí:
Un extracto de la misma dice "para aquellos que no son formal y visiblemente miembros de la Iglesia, la salvación de Cristo es accesible en virtud de la gracia que, aun teniendo una misteriosa relación con la Iglesia, no… » ver todo el comentario
#55 Hola. No, no he visto ninguna de esas dos películas, aunque les tengo ganas, sobre todo a la segunda.
Yo no veo que se haya amoldado tanto históricamente. De hecho, hoy en día la distancia entre las posturas de la Iglesia y las de la sociedad es muy grande (también lo fue por ejemplo durante el Imperio Romano). Sí es verdad que las reflexiones teológicas van aportando más luces a la comprensión de los textos, y que los avances históricos y filosóficos también contribuyen a que podamos mirar con luz nueva la realidad toda, incluida la fe. En todo caso, si tienes algunos ejemplos concretos podemos debatirlo, pienso que podría ser interesante.
La Iglesia acepta a los homosexuales, sólo dice que los actos homosexuales son pecado. Es diferente, aunque comprendo que resulte muy difícil de aceptar. Quizás cambien la manera en que se dice esto, pero no creo que nunca se ponga en plano de igualdad la relación homosexual que la heterosexual. Respecto a las mujeres, como el sacerdote en la misa hace el papel de Cristo, y Cristo era hombre, dudo que algún día esto cambie. Ha cambiado en otras confesiones cristianas que han dejado de creer en la transubstanciación, y que por tanto contemplan de manera diferente la Eucaristía. Lo que sí ocurrirá, espero, y ya poco a poco se empieza a notar, es que las mujeres ocuparán mayores puestos de responsabilidad en la Iglesia, y que el genio femenino tendrá lo mismo que aportar que el masculino.
Respecto a los extraterrestres, soy muy escéptico, aunque quién sabe. Sería toda una revolución si encontráramos inteligencia alienígena no humana, y seguro que la teología tendría que dar cuenta de ello de una manera que no soy capaz de prever. Por ahora yo me centro en lo que veo, que es el ser humano. Algunos teólogos dicen que no sería un problema y que tratarían de convertir y bautizar a esos extraterrestres, pero yo eso lo siento un poco ridículo. Si llegara ese caso no sé qué pensaría. Pero por ahora, como hipótesis, lo considero poco probable.
Lo de la inmortalidad sí sería más problemático, jeje. Por un lado iría contra las leyes de Dios en el sentido que dices. Pero quizás no ocurriría nada, en el sentido de que los que decidieran no morir ya habrían tenido su recompensa, y a lo mejor se estarían perdiendo una existencia mejor. Esa hipótesis empieza a ser más probable y reconozco que me resulta inquietante. No creo que sea lo que Dios quiere para nosotros. Pero comprendo perfectamente que resulte esperanzador para muchos. Yo tendría también la duda de si conectarme o no, claro.
Gracias a ti, agnóstico teísta, me recuerdas a mí hace unos años...
#54 El nóumeno es la cosa en sí kantiana, si no recuerdo mal, a diferencia del fenómeno que es lo que percibimos de ella. Las pareidolias consisten en encontrar rostros donde no los hay. Hipostasiar, según la rae es personificar una realidad abstracta.
No sé, es un poco críptico tu mensaje, pero puedo imaginar que pretendes decirme algo semejante a que la fe es una ilusión que consistiría en tres errores:
- Afirmar enunciados sobre el nóumeno (inaccesible al conocimiento) partiendo del fenómeno.
- Encontrar patrones y sentidos donde no los hay.
- Y personificar esos patrones, diciendo que las supuestas huellas de un Creador son, además, reflejo de un Dios personal.
#53 Yo creo que ocurre una cosa: hay pocas instituciones humanas que tengan tanta antigüedad como la Iglesia. Por eso su lista de crímenes es tan grande, pero también la de sus aciertos (basta leer las vidas de unos cuantos santos para convencerse de ello). Pero si coges casi cualquier otra institución, seguro que encuentras luces y sombras, porque el ser humano vive entre ambas. Por poner dos ejemplos, ¿sería justo que a un científico le dijeras que por qué eligió creer en el evolucionismo, cuando es sabido que las doctrinas de Darwin fueron fundamento de las teorías racistas y eugenésicas de diferentes regímenes (no sólo el nazi, también en Suecia, en USA, etc.)? ¿O sería justo que a un economista marxista le dijeras que por qué eligió creer en el marxismo, cuando es el sistema político que más inocentes ha llevado a la tumba con diferencia? Creo que la respuesta a ambas preguntas es no, y por dos motivos:
- El primero, porque es lícito separar un sistema de creencias de lo que ciertas personas que decían profesarlo hayan hecho con él, especialmente, además, cuando se trata de actos que no surgen como consecuencia de dichas creencias (no hay nada más anticristiano que la violencia, si uno lee el Evangelio literalmente).
- El segundo, porque incluso aceptando que el pecado forma parte de la Iglesia, la forma de plantear la fe no es la de una elección. No están todas las religiones y sistemas filosóficos "a la mano" y uno puede escoger cualquiera, a la carta. En cierto modo, el sistema le escoge a uno, o yo diría mejor que la verdad le envuelve a uno y posee a uno (hablando ya "desde dentro" del sistema). Pero esto pasa no sólo con la fe, sino con la filosofía. Aristóteles no pudo no creer en el Aristotelismo porque estaba convencido de las ideas que sostenía, y si no hubiera sostenido otras. Dicho de otro modo: la verdad es la verdad, es única y objetiva, la diga Agamenón o su porquero. Otra cosa es que estemos en disposición de conocerla, y yo creo que por entero no, sino sólo algunas perspectivas de la misma… Pero lo que quiero decir es que no podía plantearme elegir una religión que tuviera una mochila más pacífica porque ya me estaba convenciendo de la verdad del catolicismo. Por cierto que antes de mi conversión sí coqueteé con otras confesiones. Una de las que más me gustaron fue la de los cuáqueros. Si estás interesado, lee algo sobre ellos. Su historia es hermosa.
#44 Se han desordenado las respuestas, lo siento. Al menos puedes ir leyendo las partes en orden si estás interesando. Siento las molestias sinceramente.
Por último, también me preguntabas por mis experiencias místicas. Como tales no he tenido, aunque creo sin duda en su posibilidad.
Hay dos cosas que podrían asemejarse a una experiencia mística. Intentaré describirlas, aunque sé que es bien difícil.
La primera ocurrió en unos ejercicios espirituales, que duraron tres días. No sé bien qué pasó... Desde luego ayudó el vivir esos días en una rutina de oración y meditación, con los ojos puestos en lo Alto, con los pensamientos fijos en Dios, recorriendo toda la historia de mi vida y lo que me había llevado hasta ahí. Sintiéndome pecador y al mismo tiempo agradecido por todo lo que Dios había hecho por mí. Una de las meditaciones me pareció especialmente hermosa, aunque soy incapaz de recordar ahora el contenido. Pero sí recuerdo que me quedé arrodillado en el oratorio aprovechando la media hora de descanso que teníamos hasta la siguiente, mientras que la gente se marchó. Me quedé solo, arrodillado, con los ojos cerrados. ¿Diría que sentí la presencia del Señor? No lo sé, pero algo sentí, como una brisa suave (así lo describe el profeta Elías, después leí ese texto y me sentí identificado), como un abrazo incorpóreo... Es algo imposible de describir, pero tan, tan hermoso. Sentí una felicidad enorme. Es todo lo que puedo decir...
La segunda es algo más terrenal. Me ocurre al mirar a mi mujer. Cuando la miro siento a veces dolor por no encontrar palabras o formas de expresar lo que siento, y en cierto modo asomarme a ese abismo del lenguaje, querer ir más allá de la expresión a través de la expresión misma, es un hermoso imposible. Me ha pasado esto algunas veces, sin necesidad de besarnos siquiera, sino estando tranquilo mirando su rostro. El rostro es tan importante. El amor se alimenta mucho de las miradas. A veces puedo estar "poco amoroso", y basta con contemplar durante un tiempo su rostro para que eso cambie. No son sensaciones que se tengan de continuo, porque sería imposible vivir… » ver todo el comentario
La postura de la Iglesia sobre las relaciones prematrimoniales, en un principio, me parecía válida por otro motivo: el aborto. Si el aborto es un mal, debe existir un vínculo de amor al menos suficiente para que, si hay un accidente, la pareja esté dispuesta a seguir adelante con el niño y educarlo juntos. Es precisamente la sacralidad de la vida lo que lleva a esta conclusión. Pero creo que hay más, mucho más, que este argumento.
La verdad, reconozco que intento siempre entender la postura de la Iglesia, porque pienso (o mejor, creo) que cuando dice algo suele estar justificado por razones antropológicas (y si algo se puede decir de la Iglesia es que conoce muy bien el corazón humano, con sus grandezas y miserias). En el tema sexual ha sido donde más dificultades he tenido. Por ejemplo, todavía no consigo entender por qué está bien usar el método anticonceptivo del ciclo menstrual pero no el preservativo dentro del matrimonio. Y más cuando a veces se defiende la efectividad del método de Ogino. Si tan efectivo es, ¿no supone tener relaciones tan cerradas a la vida como cuando se usa el preservativo? En fin, no lo entiendo. Pero creo que en el tema de las relaciones prematrimoniales sí puedo entender mejor las razones que se dan, al igual que al condenar la masturbación o las relaciones homosexuales.
Lo que he podido entender respecto a las relaciones prematrimoniales es, en primer lugar, que dificulta la propia relación. Si el noviazgo es el tiempo de discernimiento, introducir una relación que es expresión de una promesa definitiva (entre otras cosas, por la posibilidad de que alumbre una vida nueva) puede dificultar la reflexión de los novios sobre si la relación es la adecuada o no. Primero, por un problema de lenguaje: la relación sexual expresa algo (la donación total, incondicional y eterna) que no se corresponde con la realidad vivida, y por tanto la relación prematrimonial encierra una mentira. Y segundo, por un problema de libertad. El… » ver todo el comentario
Uno de los problemas de partida fue la disociación de sexo y amor. Es un desgarro interior difícil de comprender... Pero creo, y hablo desde mi experiencia personal más reciente, que se puede superar. En ese sentido, también reconozco que me hizo mucho bien leer y releer los puntos 2331 a 2400 del Catecismo. ¡Es tan bella la doctrina de la castidad! Animo a quien quiera a que los lea sin prejuicios. Y sin embargo, ¡no hay una palabra más denostada en nuestra sociedad que ésa! Qué pena no haber conocido antes esto, porque durante años he sido tan poco casto en ciertos comportamientos y actitudes, que eso ha ido sin duda aumentando ese desgarro abierto entre mi sexualidad y mi capacidad de amar, entre el erotismo y el lado afectivo. Es una herida que cuesta cerrar. Pero los esfuerzos que se hacen con la voluntad y la oración no son en vano. Es un tema en verdad un poco turbio, pero no me importa hablar de ello.
Yo siempre me hacía estas preguntas en los meses de abatimiento: "¿A quién debo escuchar más, a mi sexualidad o a mi corazón? Si de verdad quiero a alguien, con todo lo que ello significa, ¿no debería luchar todo lo posible, todo lo que esté en mi mano, por lograr ese dominio de sí que es la castidad, y poder entregarme al ser amado en todas mis dimensiones?" Estuve a punto de responder a la primera pregunta con la sexualidad, y tirar todo por la borda... por eso creo firmemente que mi mujer me salvó. Y eso que la atracción sexual hacia ella ha sido un camino lento, es verdad. Porque en ella no hay nada que despierte mi deseo tal y como lo vivía o entendía antes... Qué complejos somos los seres humanos...
Es realmente un misterio muy grande el de las tendencias sexuales. Yo considero que, aunque la psicología conductista, tan reduccionista, no puede dar cuenta de toda la extensión del problema, quizás me ayude a explicar una cosa. Y es que, en mi caso, puedo decir con seguridad que, si bien esa tendencia existía… » ver todo el comentario
Escribo aquí el fragmento de la carta de Tolkien, ya que creo que es relevante.
Los hombres no son monógamos. Negar lo contrario no es bueno. Los hombres no lo son y no es debido a su naturaleza animal. La monogamia, aunque ha sido durante mucho tiempo fundamental en el legado de nuestras ideas, es para nosotros, los hombres, un trozo de "ética revelada" según la fe y no la carne.
La esencia de un mundo caído es que lo mejor no puede alcanzarse mediante un placer libre o lo que es llamado "auto-realización" (normalmente un nombre bonito para la auto-satisfacción, totalmente adversa para la realización del otro), sino por la negación, por el sufrimiento. La fidelidad en los matrimonios cristianos conlleva esto: una gran mortificación.
Para un hombre cristiano no hay huida. El matrimonio puede ayudarle a santificar y a dirigir sus deseos sexuales hacia su fin adecuado; la gracia puede ayudarle en la lucha, pero la lucha permanece. No le satisfará (del mismo modo que el hambre se mantiene alejada con comidas regulares) y le proporcionará tantas dificultades para mantener la pureza en ese estado como le proporcionará alivio.
Ningún hombre, a pesar del amor sincero que siente hacia su prometida y esposa cuando era joven, ha vivido fielmente con ella como esposa en mente y cuerpo sin el ejercicio deliberado y consciente de su voluntad, sin el sacrificio. A pocos se les dice esto, incluso si han crecido "en la Iglesia". Los que están fuera de ella raramente lo han oído.
Cuando el encanto desaparece o simplemente disminuye, piensan que se han equivocado y que aún tienen que encontrar a su verdadera alma gemela. La´verdadera alma gemela´ suele ser a menudo la siguiente mujer sexualmente atractiva que encuentran, con quien ellos podrían ciertamente estar casados con éxito si solo… Y aquí es cuando llega el divorcio, sustentado por ese "si solo…".
Desde luego, como regla, tienen razón: cometieron un error. Sólo un hombre muy sabio puede, al final de su vida, hacer un juicio sólido sobre con quien, de entre todas las posibles oportunidades, ¡él debería haberse casado con éxito! Casi todos los matrimonios, incluso los felices, son errores en el sentido de que casi seguramente -en un mundo más perfecto o incluso con algo más de cuidado en este mundo tan imperfecto- ambos cónyuges podrían haber encontrados parejas más adecuadas.
Pero la "verdadera alma gemela" es aquella con la que estás ya casado. En este mundo caído tenemos como únicas guías la prudencia, la sabiduría (escasa en la juventud, demasiado tarde en la vejez), un corazón limpio y la fidelidad de la voluntad...
Como decía antes, en medio del abatimiento más severo, cayó entre mis manos el libro Cartas de un diablo a su sobrino, de CS Lewis. Supuso una auténtica revelación. Primero, por ser un tratado de psicología impecable (me vi retratado en tantas cosas...) y segundo, por darme una idea de la enorme belleza de la cosmovisión cristiana. Creo que fui en parte cautivado por esa belleza, y eso me llevó a leer más libros del autor (los cuatro amores), a ir a misa los domingos (probé a hacerlo, al principio sin mucha convicción), a confesarme de mis pecados y darme cuenta de lo que había de mal en mi vida, a leer la encíclica Deus Caritas Est (esto lo hice en la primera Navidad tras la ruptura de septiembre, ya entonces casi plenamente convertido, y fue una experiencia indescriptible poder sentir ¡esto es la Verdad! ¡Y la verdad es mucho más hermosa que el mundo de tinieblas en el que había vivido antes!).
Así que me fui enderezando poco a poco, dándome cuenta de los errores que tenía en mi concepción del amor, de cómo había caído en el dejarme llevar por los sentimientos, de lo débil de mi voluntad, etc. Fueron muchísimos aprendizajes para muy pocos meses. Todavía me nutro en parte de esos momentos. Hay quien dice que el cristiano no es el que vive iluminado de continuo, porque esto es imposible, sino el que, al menos, en algún momento de su vida, ha tenido esa iluminación que supone el encuentro personal con Cristo, y se nutre espiritualmente de ello.
Dos años después, aproximadamente, fue cuando conocí a la que hoy es mi mujer. En este caso no hubo un enamoramiento de los que te hacen perder la cabeza. De hecho, enamoramientos así sólo he tenido dos: uno durante la carrera (porque era más joven y las cosas se viven con mucha intensidad) y el de I. Así, más que una certeza súbita, fue un darme cuenta progresivo y gradual. Como ver amanecer en un día de niebla: no ves en ningún momento el sol, pero poco a poco, sin rupturas de ningún tipo, te vas viendo… » ver todo el comentario
Fue el día más triste de mi vida hasta la fecha. Desde la muerte de mi abuelo, cuando tenía 14 años, no había vuelto a llorar. Lloré y lloré, me sentí fatal por el engaño, por haber jugado con los sentimientos de una persona tan buena, inocente y pura como P, que había confiado en mí. Fue horrible, y no terminé de curarme de estas heridas hasta un año después. No pretendo justificarme en base a mi sufrimiento, sino contarlo tal y como fue. Sufrí mucho, esta es la verdad, y he tardado mucho tiempo en poder perdonarme a mí mismo. Es duro aprender a base de hacer daño a alguien querido. Ser consciente de que es algo que no haré de nuevo ayuda, pero no es un consuelo completo. Incluso hice el Camino de Santiago con el principal objetivo para pedir perdón y rezar por ella y por mí (aunque a la gente le dije que fue por agradecimiento de haber aprobado la oposición). Después de dejarlo con P volví a intentar hablar con I. Seguí con mis súplicas. Le dije que creía que había estado enamorado de ella siempre. Incluso le conté que era sumiso y que creía que era por eso por lo que la amaba. Supongo que todo eso la espantó más, y sospecho también que quizás, aunque tenga una naturaleza aparentemente dominante, no lo sea en absoluto, o no tenga ni idea de lo que realmente es eso.
Más adelante ya sólo quise tomar un café con ella y hablar. Y era muy duro encontrarla cada día en los pasillos del instituto, verla en la cafetería, observarla de lejos, riéndose y siendo el centro de atención y yo abandonado por ella. Pero no hubo manera, fueron pasando los meses y los meses y no conseguí nada de ella. A lo sumo hubo un tiempo en que volvimos a hablar por whatsapp, y me confesó que para ella la relación que habíamos tenido había sido de pareja pero sin sexo. No me pareció una mala definición.
Después, pasados dos meses, también intenté quedar con P para salvar la amistad (cosa que finalmente fue imposible por mi culpa exclusivamente... eso es otra historia, menos… » ver todo el comentario
Reconozco que la situación, aunque me estresaba, agobiaba y me hacía sentir mal en muchas ocasiones, también me hacía sentir muy vivo, y eso sí era hermoso. (Ahora pienso en el libro de Wilde, el retrato de Dorian Gray, cuando habla de sus teorías acerca de la intensidad de vivir... y veo que estuve muy muy cerca del abismo...). También le hice ver eso a I, quien se convirtió (otro error) en mi principal confidente, ya que no podía compartir todo esto con P. Fantaseaba continuamente con la idea de estar con ellas dos a la vez en una relación abierta, sin importarme que a su vez ellas tuvieran otras parejas, todo muy en plan hippie bucólico pasado de rosca.
Ya sé que me comporté como un idiota, o más bien como un capullo, pero en fin, así fue. No estoy orgulloso de ello, pero al menos he aprendido la lección. La sinceridad es la mejor opción siempre; aunque parezca que se puede ocultar algo temporalmente por el bien de la pareja, lo cierto es que no, y que aunque sólo sea por amor y por respeto no debe callarse nada. Esto de verdad que lo tengo grabado a fuego. He llorado mucho por el mal causado... En fin, también mencionaré algo de esto al final.
En la relación con I no hubo nunca nada físico, aunque recuerdo, eso sí, un momento que para mí tuvo una fuerte carga erótica, poco antes de que llegara el final que describo en el siguiente párrafo. Habíamos salido una mañana para hacer unas compras juntos (yo solía acompañarla cuando podía), y fuimos a una tienda de bikinis. Ella se metió en el probador con el que quería probarse, pero le estaba pequeño y me dijo que si podía ir arriba a por el siguiente número. Yo fui a por él y se lo di, y cuando se lo probó, abrió la cortina y me pidió que le dijera si le estaba bien o no. Fue para mí muy erótico verla en bikini en esa situación, ajena a una piscina y a cualquier tentativa de baño, y tener además que observarla para ver si se ajustaba bien a su cuerpo o no. Además de que estaba muy guapa, estaba algo… » ver todo el comentario
Así llegaron las Navidades. Con P no mantuve demasiado el contacto, más allá de un mail o dos, pero con I tuve una relación cada vez más intensa. Nos escribíamos todos los días, a menudo más de un mensaje largo. Yo estaba al tanto de todo lo que pasaba en su mundo y ella del mío. Compartimos muchísimas confidencias.
Después de las Navidades seguí manteniendo una relación parecida con I, mientras que con P, sorprendentemente, el nivel de cercanía y complicidad creció muchísimo. Así fueron progresando las cosas (y el nivel de tonteo) hasta empezamos a salir. Era mi primera novia, y yo también su primer novio. La inexperiencia tuvo sus cosas malas y buenas. Por un lado, ambos teníamos mucha ilusión de que todo fuera bien, pero por otro éramos torpes y nos equivocamos en muchas cosas. Yo desde luego soy consciente de muchos errores que cometí, y de los que no puedo estar más arrepentido. El principal de todos ellos fue la falta de sinceridad.
Fui sincero con ella en lo relativo a mi tendencia sumisa (luego hablaré más sobre ello), pero no respecto a lo que sentía por I. Si no lo hice no fue por cobardía, sino porque creía que era algo que se terminaría pasando, que con el tiempo se iría solucionando, y que no era necesario meter un elemento más de inestabilidad en la relación. Cuan equivocado estaba.
En las primeras semanas ya quedó patente que ella no me despertaba mucho deseo sexual (pero sobre todo por mi adicción, eso ya lo tengo claro ahora, que me hacía muy difícil todo). Yo no me conocía en ese aspecto lo suficiente como para antes de empezar con ella haber intuido qué es lo que podría pasar, pero así fue. Ella me parecía guapa, pero digamos que su belleza me despertaba ternura, me ponía de buen humor y me daban ganas de besarla, pero no despertaba nada más en mí. Ni siquiera mi lado sumiso una vez que lo saqué del armario. Ella no era dominante, y aunque dijo que estaba dispuesta a intentar introducir algún elemento de dominación para ver si… » ver todo el comentario
Así transcurrió el primer año, que como ya digo fue de reposada toma de contacto. Jamás pensé en ella como una posible pareja por los aspectos de su carácter que veía incompatibles conmigo, ni tampoco llegué a sentir nada parecido al amor durante ese tiempo, pero creo que, soterradamente, y quizás casi en contra de mi voluntad (y por eso tardé mucho en reconocerlo), fue naciendo en mí un amor por ella que no dejaría de crecer en la sombra hasta que todo saltó por los aires.
Al final del primer año tuvo lugar una importante novedad: llegó P al colegio, una chica que, en muchos sentidos, era opuesta a I: muy simpática, cariñosa, buena, tierna, de carácter afable, rebosante de empatía, etc. No era tampoco especialmente guapa, pero a mí me parecía mona. Intelectualmente era más simple que I, sin tener, por otro lado, ni un pelo de tonta. Ambas opositaban a lo mismo y se hicieron al principio amigas. Poco a poco nos fuimos cerrando los tres, volviéndonos casi un grupo dentro del grupo, y los primeros meses de mi segundo año nos convertimos en inseparables.
Mis sentimientos no habían cambiado mucho respecto a I. La seguía considerando una amiga muy especial. En cambio, por P empecé a sentir que poco a poco me estaba enamorando de ella -o eso creía o quería creer-. Pero esta situación idílica no duró demasiado. En noviembre de ese año P e I se pelearon, porque P estaba harta de las salidas de tono y las borderías de I, y decidió que no tenía la obligación de aguantar algo así durante más tiempo. Además, P había suspendido su examen (I aprobó) y estaba más susceptible.
Esto me colocó a mí en una situación incómoda, siendo muy amigo de las dos. Intenté mediar en la relación, haciendo todo lo posible. Además, desde pequeño llevo muy mal las discusiones, por haber vivido las de mis padres muy de cerca, y las peleas, y lucho siempre por restaurar la armonía donde ésta se ha perdido.
I lo estaba pasando muy mal. Era la más afectada por la ruptura, ya que… » ver todo el comentario
Tengo que empezar reconociendo algo vergonzoso. Y es que siempre he tenido tendencia sexual hacia la sumisión respecto a las mujeres. Es algo de lo que me voy recuperando poco a poco, pero que está bastante arraigado dentro de mí, por motivos que desconozco. Me estoy intentando limpiar de todo ello. Se le ha unido el hecho de que durante muchos años (hasta hace dos que empecé a combatirlo) tuve una cierta adicción a páginas pornográficas de contenido sadomasoquista. Sé que es extraño hablar de estas cosas abiertamente, pero es necesario. Hasta que no llegó mi conversión plena no me di cuenta del pecado terrible que estaba cometiendo (hacia mí y hacia mi pareja, ya fuera actual o futura). Sin contar esto, la historia no se entendería del todo, ya que, como verás, sentirme algo dominado por una mujer me trastocó hasta los tuétanos y me hizo confundir los sentimientos.
Hace ya más de 5 años, teniendo yo unos 26 años, entré en una residencia de estudiantes de posgrado. Inicialmente fui con la idea de seguir el doctorado en matemáticas que ya había empezado, pero al cabo del tiempo me lo pensé mejor (después de acabar saturado de tanta abstracción) y me puse a opositar para una plaza de funcionario. Prácticamente a la vez que yo entró I, la protagonista de esta historia.
La nuestra fue una amistad que se fue cociendo a fuego muy, muy lento. Inicialmente no hubo atracción ni física ni de ningún otro tipo. De hecho, reconozco que no es una chica demasiado guapa, aunque, como es habitual cuando surge la atracción intelectual y emocional, uno termina viendo también más deseable el físico de la otra persona, hasta el punto de que ha llegado a parecerme una mujer muy bonita.
Durante el primer año compartimos círculo de amigos, y gracias a eso hicimos planes juntos (salidas, cenas, escapadas de fin de semana...), tuvimos algunas conversaciones más profundas de lo habitual, y poco a poco vimos que había cierta conexión. Siempre éramos nosotros los que nos… » ver todo el comentario
Aviso que la respuesta será larga, casi como una mini-novela. Pero es que no se puede reducir mucho más sin dificultar la comprensión de lo que pudo significar para mí. Yo la escribiré, pero si te cansas de leerla a la mitad no me eches la culpa, te lo he advertido desde el principio.
Voy ya más en concreto con las preguntas. En efecto, ateo no fui, sino agnóstico. Antes creía que la Iglesia era una institución humana, y ahora pienso que no. Hay una cosa sorprendente, y es que, pese a toda la podredumbre que ha habido en la Iglesia, pese a todos los papas que han tenido muy poco de santos, nunca en un Concilio o en una declaración solemne de un Papa se ha proclamado una herejía que sea contraria al mensaje de Jesús. No es que los dogmas no evolucionen, sino que la reflexión teológica, junto con la evolución histórica del ser humano, hace que poco a poco vayamos entendiendo mejor los puntos más oscuros de la fe, aunque habrá misterios que siempre permanecerán insondables, por mucho que tratemos de envolverlos en la razón humana. Y precisamente las herejías son mojones en el camino, que ayudan a la fe a mantenerse y a definirse mejor. Siempre he visto la doctrina católica como la síntesis de muchos contrarios: gracia y libertad; bien y mal; Dios y hombre; cuerpo y alma, etc. Cuando se pone excesivo énfasis en uno de los dos polos se cae en la herejía. Por ejemplo, los gnósticos, que afirman que toda la realidad material es mala, y que el alma es prisionera del cuerpo. Que la Iglesia haya caminado siempre por esa cuerda sin caer en los abismos me resulta sorprendente, sí.
Yo no creo que Dios dé órdenes directas a los dirigentes, no funciona así. Pero creo que el Espíritu Santo de alguna manera asiste a la Iglesia. ¿Cómo? No lo sé. Pero Jesús le dijo a Pedro "Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalecerán sobre ella".
Una cosa que suele causar rechazo es la parte del credo en que se dice "creo en la Iglesia, una, santa, católica y apostólica". Pero aquí la santidad no debe entenderse de un modo literal. Casi mejor, si tienes tiempo y ganas, te remito a un texto de Ratzinger bastante bueno:… » ver todo el comentario
#47 Es verdad que nunca me alejé radicalmente, pero tuve mis años apartado de la fe. De pequeño fui educado en un colegio Salesiano, donde tuve una formación religiosa muy básica (daban muy poca matraca con el tema: para que hagáis una idea, sólo dos veces al año íbamos como clase a misa, el día del fundador, Don Bosco, y el día de la Virgen). Lo que con más cariño recuerdo eran los "buenos días": una breve charla cada mañana nada más llegar, de unos 10 minutos, en la que se nos contaba algún cuento o historia con moraleja. Conforme íbamos creciendo los cuentos se iban complicando adaptándose a nuestra edad... Pero en general eran casi siempre enseñanzas éticas, no religiosas, que alguna huella debieron dejar.
Con unos 14 años, tras la muerte de mi abuelo, a quien quería muchísimo, perdí la fe tal y como la tenía. Había rezado días y días mientras estaba en coma, y cuando murió, llegué a la conclusión de que Dios no escuchaba nuestras oraciones, que unas personas se curaban y otras no y que Dios no tenía nada que ver con eso. Todavía seguía creyendo en Dios como artífice de todo, pero ya era un Dios mucho más lejano, al que no tenía sentido rezarle. Un Dios "relojero del universo", indiferente a nuestro sufrimiento, incapaz de actuar. No tardé mucho en dejar también de lado esa idea (es innecesario un Dios así, el Universo podía existir por sí mismo). De este modo pasé del teísmo al agnosticismo. Quizás ateo-ateo nunca he sido, pero hubo varios años en que me consideraba agnóstico. En esos años reconozco que no miraba mal a la Iglesia, aunque tampoco bien. Había más cosas que no comprendía ni compartía, claro.
Recuerdo de esos años tener angustia ante el pensamiento de mi muerte. Noches de insomnio con miedo, pensando que dormir y no despertar, oscuridad y silencio sin memoria, serían lo más parecido a morir. Desaparecer del todo me aterraba. Al final, el pensamiento repetido termina insensibilizando, como cuando la piel hace un callo ante… » ver todo el comentario
#30 Añado que otra razón, tan de peso o más que las anteriores, puede tener que ver con algunos cambios provocados por el paso del realismo al idealismo, que históricamente han ido desgranándose desde el Renacimiento, al Romanticismo, pasando por la Ilustración. Sin entrar en valoraciones, creo que el idealismo ha llevado a una entronización del yo, que pasa a dudar de la realidad objetiva, y a considerar que sólo lo experimentado y vivenciado por él mismo tiene valor de verdad. Esto puede conducir al subjetivismo y al relativismo. Se necesita humildad para reconocer los límites de una realidad que me preexiste, para abrirse a la verdad objetiva (que, aunque exista, no quiere decir que pueda ser abarcada en su totalidad, pues sólo vemos una perspectiva de la misma), para liberarse del énfasis en el sentimentalismo.
Por eso pienso que para el hombre contemporáneo es mucho más difícil acogerse a una religión organizada (que afirma osadamente estar en la verdad) que a una religiosidad de tipo New Age, que casa muy bien con el relativismo (todos los caminos son buenos y verdaderos) y con el sentimentalismo (sólo es verdad lo que tú sientes y experimentes, por eso la importancia de la meditación, del wellness, etc.).
#59 ¿Y cuánta gente ha dado su vida por la religión pastafari?
Los católicos sí hemos masacrado, por desgracia. El pecado afecta a todas las personas independientemente de su fe.
En todo caso, no puedo tomarme muy en serio una religión que surge como parodia del resto de religiones, espero que lo comprendas. Puedo (intentar) responder a críticas, o hablar de otras creencias de manera comparada, pero siempre que al menos tengan un mínimo de sentido. El pastafarismo para mí no lo tiene, es una broma y nació como tal.
Muy, muy resumidamente: ni el ser humano ni este mundo existen por azar. Somos el proyecto querido de un Dios, fuente de todas las cosas. Este Dios se ha revelado en las escrituras del pueblo judío y, en plenitud, en la persona de Jesús, que es Dios hecho hombre. Jesús ejemplificó el amor de Dios hasta el extremo dando su vida por su mensaje y sus discípulos, nos enseñó el rostro amoroso del Padre. Y gracias a su muerte y resurrección podremos ser salvados tras nuestra muerte.
Se puede profundizar, primero, leyendo el Credo. Segundo, leyendo el Evangelio (especialmente el sermón de la montaña, que resume la esencia moral del cristianismo). Y tercero, leyendo el Catecismo.
Te diría que de las lecturas anteriores, la más ilusionante es el sermón de la montaña, si te apetece leer algo cautivador y poético, es esto. Puedes leerlo aquí:
www.ciudadseva.com/textos/otros/el_sermon_de_la_montana.htm
Y es que la manera en que lo plantea Jesús es revolucionaria. Lejos de dar un discurso de prohibiciones y reglamentos, propone un ideal heroico, con una finalidad concreta. El discurso de reglas y prohibiciones es farisaico. La moral en cierto modo es como la gramática: es necesaria para poder hablar, pero no se habla para hacer gramática. Por eso, la mejor manera de transmitir el interés por la gramática es mostrando la poesía de la vida cristiana, y eso es lo que hace Cristo en este sermón.