Los escribanos, amanuenses, o copistas también eran conscientes de la degradación de los soportes escriturarios, tanto por efecto de la humedad como por «malignas fuerzas externas» que ordinariamente tomaban la forma de murciélagos, ratones, u otra clase de alimañas.
Esto lo puse acordándome del famoso gato de Deventer que se meó en un manuscrito que alguien se dejó abierto, cosa que le comenté a @Ripio hace poco.
Aquí el texto de queja del monje, y también una imagen del desperfecto: Hic non defectus est, sed cattus minxit desuper nocte quadam. Confundatur pessimus cattus qui minxit super librum istum in nocte Daventrie, et consimiliter omnes alii propter illum. Et cavendum valde ne permittantur libri aperti per noctem ubi cattie venire possunt.