Quizás no sean muchos los lectores que recuerden el escándalo que levantó a comienzos de los años ochenta del siglo pasado la película Rocío. Un documental realizado por Fernando Ruiz Vergara que tiene el triste honor de figurar entre las obras censuradas por orden judicial. Su proyección en los cines se vio interrumpida por la denuncia que una familia de Almonte (Huelva), municipio donde se celebra la romería que da nombre al filme, interpuso contra el director, la guionista y la persona que describía cómo y quienes ejercieron la represión golpista en 1936. El resultado fue la condena del realizador, su salida del país y la mutilación de la película en más de un minuto. Corte que si bien en un principio era sustituido por un cartelón en el que, con fondo negro se indicaba la supresión de las imágenes, a medida que pasó el tiempo fue también eliminado. De esta forma, la censura alcanzaba, como las tropas del general Franco, sus últimos objetivos: no dejar constancia siquiera de su existencia.
Ahora, con el resurgir de lo que se denomina la “recuperación de la memoria histórica”, no sólo se exhuman fosas, a pesar del evidente desagrado de la administración, sea socialista o popular, o se tratan cuestiones, como la existencia del trabajo esclavo en la España franquista, tal como en la Alemania nazi. También reaparecen vestigios de esa memoria olvidada de la Transición. Es el caso de Rocío. Una película que vio rota su exitosa trayectoria de público y que es símbolo tanto de lo que en esos años se llamaba el “nuevo cine andaluz” como de los límites de la monarquía parlamentaria que ha sucedido de la dictadura. Tras el escándalo, el secuestro, el juicio y la condena el filme desapareció de la cartelera y sólo en contadas ocasiones ha sido visto en alguna emisión televisiva o en circuitos especializados. Como hace unas semanas ha ocurrido en unas Jornadas celebradas, precisamente en Huelva, por la Asociación Andaluza Memoria Histórica y Justicia. Proyección que no… » ver todo el comentario