A medida que avanza el siglo XXI, el mundo se verá obligado a afrontar dos grandes fenómenos opuestos. El desarrollo tecnológico seguirá acelerándose, con graves implicaciones para la forma en que vivimos, trabajamos, jugamos e incluso comemos. Al mismo tiempo, el cambio climático se intensificará y provocará graves alteraciones en los sistemas naturales de los que dependen los seres humanos para sobrevivir. El rápido avance de la tecnología será fuente constante de estrés, pero también generará innovación que aborde los problemas ambientales.
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