Ocultos en las costuras de un abrigo, en las suelas de los zapatos o en las partes íntimas de un interno de regreso de un permiso, los miniteléfonos móviles irrumpen en las prisiones como la última moda en la transgresión de las normas penitenciarias. Los aparatos tienen el tamaño de un pen drive o un mechero y apenas unos pocos euros de coste para el propietario, sin embargo, pueden suponer un riesgo para la seguridad de una cárcel.
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