Cuatro años después de que The Secret of Monkey Island de LucasArts señalara el camino, King's Quest VII consiguió finalmente liberarse de los innumerables callejones sin salida que siempre habían hecho que jugar a un juego de Roberta Williams fuera como jugar a la fantasía con un sádico. Las muertes de los jugadores, por otra parte, seguían siendo abundantes y tan poco claras que resultaban esencialmente aleatorias, pero ahora eran al menos relativamente indoloras. En lugar de esperar que guardes cada cinco minutos (...)
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