El malestar y el desconcierto en el sector logístico por una transición impuesta unívocamente hacia la electrificación es muy elevado. El efecto viene incrementado por unos plazos que se estiman prácticamente imposibles de cumplir. Y la irritación se ve agravada por la absoluta inexistencia de infraestructuras que den apoyo a esta especie de obligatorio salto al vacío sin red.
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