“Cada día me despierto deseando que internet no exista”. La frase se atribuye a un tendero pero se la podría apropiar cualquier banquero tradicional, a tenor del ejército de rivales que están socavando el negocio financiero y que, mucho nos tememos, convertirá a los grandes bancos en los trilobites del siglo XXI. Nadie -salvo, quizá, los atracadores- los va a echar de menos.
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