En cuestión de horas, la antigua "Dama de Hierro" de Dhaka encontró su posición, y quizá las perspectivas de su propia vida, bastante inviables, cuando el jefe de las fuerzas armadas (que resultó ser el marido de su sobrina) comunicó la negativa de las tropas a disparar contra los manifestantes "estudiantiles" que se congregaban en masa por todo el país. Para colmo de sus males, varias democracias, como Estados Unidos y el Reino Unido, le denegaron o revocaron el visado tras los acontecimientos.
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