Llamar al presidente del Gobierno felón, traidor, okupa, o directamente tratar a este Gobierno de “ilegítimo” no es inocuo. La agresividad y la beligerancia van calando en las propias filas y, cuando te quieres dar cuenta, presiones internas y externas al partido te llevan a dar marcha atrás en una cuestión estratégica, aun a costa de echar por tierra la percepción de hombre de Estado que podría llevarte a la Moncloa.
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