Los fondos fiduciarios resultaron, en la práctica, la gran caja de la política durante las últimas tres décadas, que el presidente Javier Milei podría haber utilizado a discreción –si el Congreso le daba la venia- para atender emergencias económicas en distintos puntos del país, afrontar dramas sociales excepcionales o, como ocurrió durante el kirchnerismo, para apretar a gobernadores e intendentes. Esa fue la línea roja que rechazó la política. Milei insiste en que es una caja negra que hay que desmontar.