Si Israel opta por jugar al tonto, pues será su propia responsabilidad -y la de sus líderes. Los Estados Unidos nada tienen qué hacer en este asunto y deberían retirarse. Pero uno duda que la Casa Blanca y el Congreso -controlados por fuerzas vinculadas al sionismo- cuenten con la sabiduría o el coraje para cercenar esa relación que los ata a Tel Aviv.
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