Leoncio fue condenado a enterrar a los fusilados de 1939 a 1945 en Paterna, dando sepultura a centenares de republicanos asesinados por el franquismo en los años de mayor represión durante la posguerra. Y «se jugaba la vida todos los días», cuenta su hija. Guardaba trozos de tela, botones, cordones e incluso escritos para poder hacer posible una identificación de los cuerpos si todo aquello acababa algún día.
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