Siete años después, la guerra en el este de Ucrania está lejos de haber terminado: en el frente, los bombardeos diarios, así como los ataques de francotiradores y drones, siguen matando. El soldado ucraniano me advierte que no hable más alto que un susurro. Las líneas enemigas están a menos de 50 metros, me dice, y mi voz -si es demasiado alta- puede atravesar fácilmente la tierra de nadie e invitar a disparar desde el otro lado. "Nos vemos y nos disparamos todos los días", dice el soldado, cuyo nombre es Mykhailo. "Todo el mundo tiene miedo."
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